La irrupción de la inteligencia artificial (IA) hizo que se reconfigurara nuestro vínculo con muchas áreas del conocimiento. Y pareciera que aún no somos del todo conscientes de la cantidad y variedad de ámbitos que tiene el potencial de reconfigurar.
La salud mental entró en este grupo, y pareciera exigirnos el ejercicio de repensar, reflexionar y analizar de dónde venimos, hacia dónde vamos, qué de lo de antes conviene preservar, y qué estamos dispuestos a modificar.
El disparador viene de la mano de delicadísimos casos que se dieron a conocer en las últimas semanas.
El más resonante, publicado en el New York Times, es el del suicidio de Adam Raine, un adolescente californiano de 16 años que durante meses confió su malestar y tendencias suicidas a ChatGPT.
Sus padres denuncian