La visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, a México no fue un paseo diplomático más. Traía en su maleta mucho más que flores protocolarias: una advertencia sutil, una oferta encubierta y un desafío palpable a la soberanía.
Rubio llegó alabando la cooperación que México ha mostrado en los últimos meses contra los cárteles. “No hay ningún Gobierno que esté cooperando más con nosotros”, dijo, casi como si quisiera recordarle al público que el mundo sí está mirando. También calificó la cooperación México-EE.UU. como “histórica”, destacando los últimos ocho meses como un hito en la lucha contra los cárteles, con 55 criminales entregados a EE.UU. y más intercambio de inteligencia.
Sin embargo, lo que era un anuncio elegante se convirtió rápido en un ejercicio de alta polít