Por amor, Andry Hernández dejó su natal Venezuela para cruzar la peligrosa selva del Darién entre Colombia y Panamá y tratar de reunirse con Paul Díaz en Estados Unidos: su sueño quedó encerrado en una cárcel de máxima seguridad de El Salvador.
Después de cuatro meses preso en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), a donde había sido enviado por las autoridades estadounidenses, fue liberado y ahora está de regreso en su país.
Rodeado de su familia, Andry, maquillador y peluquero, trata de superar el trauma del infierno vivido en el Cecot, donde ingresó el 15 de marzo.
En ese entonces intentaba reunirse con Paul, un psicólogo estadounidense de origen puertorriqueño de 49 años. Los dos se conocieron por internet hace dos años y, sin haberse visto personalmente, habían plane