Hay líneas rojas en el periodismo que no se deberían traspasar. Por ejemplo, no se puede titular Muere Graham Green si el finado no es el autor de libros como El americano tranquilo, Nuestro hombre en la Habana o El tercer hombre. Por eso, al leer el otro día la prensa me quedé pasmado como el Felipe IV de Torrente Ballester. ¿Cómo que ha muerto Graham Greene? ¿No lo había hecho ya? Pero no, no se refería al escritor, ese católico izquierdista, dipsómano y atormentado capaz de alumbrar con la punta de su cigarrillo algunos de los recovecos más oscuros del alma humana. El que ahora había muerto era un homónimo actor canadiense, conocido por casi todos porque había hecho de indio bueno en la película Bailando con Lobos. Kicking Bird –así se llamaba en la filme– era una versión más del buen s

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