Un agujero biográfico ha marcado la vida y el cine de Carla Simón . En el cortometraje Carta a mi madre para mi hijo , un rótulo rezaba que a su hijo “no le faltaran abuelos ni bisabuelos” precisamente por su trabajo de colmar de imágenes la memoria ausente. Con Romería , completa el proyecto iniciado con Verano 1993 en su apuesta más arriesgada: recrear el amor de sus padres, fallecidos ambos en su primera juventud, víctimas de las drogas y el sida.

“Al final, la película nace de la frustración de no poder entender bien mi memoria familiar y la historia de amor de mis padres. Y contándomela a mí misma, también la dejo para mis hijos”, dice la cineasta. Filmando para contarse, Simón ha logrado en tres películas su propio hueco en la historia del cine español. Tras participar en

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