No soy experto en moda, nunca lo he sido. Pero sí me reconozco como un admirador constante del mundo de Giorgio Armani. Sus prendas siempre me parecieron un sinónimo de elegancia sobria: esos tonos blancos, grises y azules que transmiten calma, discreción y fuerza al mismo tiempo.
Armani fue más que un diseñador, fue un arquitecto de atmósferas. Con sus veranos en Pantellería y su mirada al Mediterráneo, construyó un estilo universal que lo coloca a la altura de Chanel o Versace. Y lo hizo con una bandera clara: representar a Italia ante el mundo, llevando consigo una impronta estética que hizo del “Made in Italy” un sello de prestigio y buen gusto.
En Publimetro lo advertimos hace unos meses, cuando por motivos de salud no pudo estar en la presentación de su última línea. Era rar