La política del pimpampum vive horas bajas. Aunque en Madrid no hay visos de que los principales actores políticos --sobre todo aglutinados a la derecha-- tengan la mínima intención de levantar el pie del acelerador.

Las disputas que se viven a 600 kilómetros son cada vez más encarnizadas. Presidentes de partidos, de gobiernos y hasta fiscales y jueces bajan con poco reparo al barro y se acuerdan hasta del primo del adversario de turno. Hasta hace poco, Cataluña también vivía enfangada.

Hoy, la historia es distinta, y esta semana ha sido una muestra de ambas realidades. En Junts llevaban un año fantaseando con instrumentalizar la reunión con Salvador Illa para devolver a Carles Puigdemont a la gloria por un día, o varios.

Lejos de ello, su posición de inferioridad y el

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