Saturados de ver a los mismos rostros en la pantalla y en las redes, y sumado a presuntas maniobras de corrupción de “ayer y de hoy”, muchos argentinos han caído en un estado de apatía que va más allá del simple desinterés.
Bajo la sombra de ir o no a sufragar, lo que se advierte es una desconexión profunda, casi existencial, con el acto de votar. Ya no se trata solo de quedarse en casa: se trata de no creer; las promesas se repiten, los problemas persisten: inflación, salarios, falta de soluciones reales y la esperanza de cambio que se diluye en varios sectores.
En este clima, la pregunta que resuena en cada jornada electoral es tan cruda como reveladora: ¿para qué votar si todo sigue igual, y la grieta sigue vigente?
Argentina siempre renace, pero de su insatisfacción. La democraci