Domingo XXIII del tiempo ordinario
Las multitudes siguen a Jesús. Sin embargo, él no ha venido para ser un mesías de masas que le aplaudan y reciban de él sin corresponder con coherencia. Por eso les advierte que para ser sus discípulos tienen que cargar con su cruz, que significa desapegarse incluso de lo más querido para poner a Dios en primer lugar. Leamos y meditemos:
«En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos,