OAKLAND -- Sí, el rival, Japón, pesa. Pero México nunca fue un contrapeso. Un partido sordo, feo, en el que salieron a la pasarela lúgubre, carencias graves de la selección de Javier Aguirre, quien por momentos, entre la desesperación, la histeria y la rabia, fue el hombre de mayor intensidad –inútilmente--, por el Tri.

0-0, así, como onomatopeya silenciosa de la intrascendencia y el aburrimiento. Los más de 45 mil aficionados, casi mexicanos en su totalidad, ni siquiera mostraron el alboroto para vestir la tribuna de la manifestación del ocio, las olas y los cantos. Sí, el futbol en la cancha anestesió a su afición.

Japón hizo su chamba. Impuso control con intensidad, presión, acoso, recuperación, y con respaldo en su superioridad atlética, obligó prácticamente a que los mexicanos jugar

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