El 9 de julio, Donald Trump decidió aplicar aranceles de 50% a Brasil. La medida despertó repercusiones más allá de los aspectos comerciales. En la justificación estadounidense aparecen en lugar destacado aspectos institucionales y de la política interna de Brasil, a los que se suman críticas a las prácticas proteccionistas perjudiciales para las empresas norteamericanas. El contexto económico llamó la atención: EE.UU. tiene un superávit de comercio con Brasil (casi US$ 6 mil millones) y tradicionalmente ha prevalecido un buen clima de negocios e inversiones entre ambos países. Además del plano político interno, la lectura geopolítica es inevitable: el castigo arancelario aparece como una herramienta de presión para inducir una revisión del posicionamiento de Brasil en el escenario interna

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