Las novelas policiales son las que con más facilidad permiten ciertas regresiones –me refiero a las regresiones como lector: ese retroceso a la trama, abandonando todo intento de vanguardia; esa vuelta al barro de la culpa, esa satisfacción elemental y pura, ese dejarse llevar por la historia como dejándose caer en paracaídas, mirando lo que pasa bajo los pies. Debo reconocer que a veces me avergüenzo un poco de los libros que llevo en el bolsillo, siempre descubro tarde los beneficios del bukku kaba japonés, esa costumbre que consiste en envolver los libros para que nadie sepa lo que estamos leyendo. También es cierto que nadie parece muy interesado en husmear lo que los demás leen, o al menos nadie parece particularmente interesado en lo que yo leo, de modo que al rato de lamentarlo ad

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