Durante generaciones hemos pensado en los virus como sinónimo de enfermedad . Resfriados, gripes, pandemias … siempre los hemos visto como enemigos invisibles. Sin embargo, la naturaleza nunca deja de sorprendernos: existe un tipo de virus que, lejos de dañarnos, puede salvarnos la vida. Se llaman bacteriófagos, o simplemente fagos, y su especialidad es atacar bacterias. En un momento en el que los antibióticos pierden eficacia frente a la resistencia bacteriana, esta terapia resurge como una esperanza.

Un poco de historia

El descubrimiento de los fagos se remonta a 1915 , cuando el bacteriólogo británico Frederick Twort observó un “agente invisible” que destruía cultivos de bacterias. Poco después, en 1917, el canadiense Félix d’Hérelle describió estos virus y los bautizó como bacteriófagos (“comedores de bacterias”). Fue también d’Hérelle quien propuso utilizarlos como tratamiento para infecciones humanas. Los virus

Durante las primeras décadas del siglo XX, la terapia con fagos se probó en varios países , con cierto éxito en el tratamiento de disentería, infecciones cutáneas y otras enfermedades bacterianas. Sin embargo, con la llegada de la penicilina en 1928 y el auge de los antibióticos tras la Segunda Guerra Mundial, el interés en los fagos decayó en Occidente. No ocurrió lo mismo en lugares como Georgia y Polonia, donde esta terapia nunca se abandonó del todo y continuó desarrollándose de forma paralela.

Hoy, con la crisis de las resistencias antimicrobianas, Occidente vuelve la mirada hacia esos pequeños aliados olvidados.

¿Qué son los fagos?

Los fagos son virus que no infectan células humanas, solo bacterias. Cada fago está diseñado, por así decirlo, para una bacteria concreta. Esto los convierte en armas muy precisas. A diferencia de los antibióticos, que arrasan con bacterias buenas y malas, los fagos actúan como francotiradores, atacando solo a las culpables de la infección.

Este tratamiento no es nuevo. En países del Este de Europa, como Georgia o Polonia, llevan décadas utilizándolo. En Occidente quedó relegado cuando los antibióticos se popularizaron, pero ahora vuelve a ganar terreno.

¿Por qué necesitamos los fagos?

La Organización Mundial de la Salud advierte que cada año mueren más de un millón de personas en el mundo a causa de infecciones que ya no responden a los antibióticos disponibles. Se estima que para 2050 esa cifra podría superar los 10 millones si no se encuentran soluciones eficaces.

La ventaja de los fagos es clara:

  • Son altamente específicos: atacan únicamente a la bacteria causante de la infección.
  • Respetan la flora intestinal y otras bacterias beneficiosas.
  • Pueden evolucionar junto a las bacterias, lo que les da capacidad de adaptarse a nuevas resistencias.
  • En muchos casos, generan menos efectos secundarios que los antibióticos tradicionales.

Paso a paso de la terapia

  • Identificar la bacteria : primero se analiza al paciente para saber qué bacteria provoca la infección.
  • Elegir el fago adecuado : se busca en colecciones especializadas aquel que pueda atacar a esa bacteria.
  • Preparar el tratamiento: el fago se multiplica en laboratorio y se purifica.
  • Administración: puede ser oral, tópica, intravenosa o incluso inhalada, según el tipo de infección.
  • Acción directa: el fago se adhiere a la bacteria, introduce su material genético y la obliga a producir más copias del virus. La bacteria termina estallando, liberando nuevos fagos listos para seguir el trabajo.
  • Seguimiento : el médico controla la evolución y ajusta el tratamiento, a veces combinando varios fagos en un “cóctel”. Virus de utilidad

Ventajas y limitaciones

La principal ventaja es la especificidad, lo que significa que no dañan al resto de la flora intestinal ni al sistema inmunitario . Además, los fagos pueden adaptarse cuando las bacterias intentan hacerse resistentes.

El gran reto es que esa misma especificidad obliga a identificar con exactitud la bacteria causante. También faltan normativas claras en muchos países y ensayos clínicos amplios que respalden su uso.

Ventajas frente a los antibióticos

  • Selectividad: los fagos no alteran el microbioma, lo que evita problemas digestivos asociados al uso prolongado de antibióticos.
  • Seguridad: al ser virus que solo infectan bacterias, no afectan a las células humanas.
  • Eficacia contra bacterias resistentes: en infecciones donde los antibióticos fallan, los fagos pueden ser la única salida.
  • Adaptabilidad: los fagos evolucionan junto con las bacterias , algo que los hace muy difíciles de superar.

Casos reales

Ya hay historias que inspiran . Un paciente estadounidense con una infección intratable logró recuperarse tras recibir un cóctel de fagos. En hospitales de Georgia, esta terapia nunca dejó de usarse, y los resultados positivos han atraído la atención de la comunidad médica internacional.

Mirando al futuro

La ciencia ya explora fagos modificados en laboratorio para hacerlos más eficaces o incluso capaces de transportar genes terapéuticos. También podrían aplicarse en agricultura y ganadería, reduciendo el abuso de antibióticos en animales y cultivos.

Conclusión

Que un virus pueda curarnos suena contradictorio, pero la terapia con fagos nos recuerda que la naturaleza guarda soluciones inesperadas. En un mundo amenazado por bacterias resistentes, estos pequeños aliados pueden marcar la diferencia. Aún queda camino por recorrer, pero su potencial los sitúa como protagonistas de la medicina del futuro.

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