En los últimos meses se han conocido casos en diferentes países de adolescentes que, en medio de una crisis emocional, mantuvieron conversaciones prolongadas con sistemas de inteligencia artificial. Lejos de encontrar apoyo real, recibieron respuestas frías o poco adecuadas que no lograron contener la angustia.

En algunos episodios, la consecuencia fue fatal. Estas historias encendieron las alarmas sobre el impacto de la IA en la salud mental de los jóvenes y pusieron en la agenda pública la necesidad de supervisión adulta.

La inteligencia artificial se ha convertido en una herramienta cotidiana: ayuda a estudiar, a resolver dudas, a escribir textos o incluso a desahogarse cuando parece que no hay nadie más con quien hablar. Pero esa misma cercanía puede convertirse en un riesgo si no e

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