Paqui Morales y Domingo Betancor se desposaron en tierna edad. Ella apenas con 13; él como un imberbe contratista de 23. El consorcio de La Herradura aguantaba incólume, cerca de cumplir sus bodas de oro. O por lo menos resistía hasta ayer, cuando un infortunio logístico de guaguas les obligó a dividir caminos en contra de su voluntad.
La tradición, asentada a fuerza de un lustro, consiste en lo siguiente: embarcarse en una guagua que pare en Tamaraceite para que el hombre peregrine, y desde allí, Paqui continuar con lo suyo hasta Teror . En la tradicional caminata hasta la Basílica de Nuestra Señora del Pino, atravesada por barrancos y vericuetos, Domingo tiene por costumbre hacer migas «hasta del que le regala Agua de Teror», explica su compañera. Pero un cambio de ruta obligó