El interminable debate sobre cuánta proteína necesitamos para estar sanos y fuertes podría estar mal enfocado desde el principio. La ciencia apunta cada vez con más claridad en otra dirección: el origen de esa proteína es mucho más relevante para la salud a largo plazo que la obsesión por contar cada gramo. Aunque son los ladrillos de nuestro cuerpo , esenciales para músculos, hormonas y defensas, el foco debería desplazarse del «cuánto» al «de dónde».
De hecho, las fuentes de origen animal, a menudo ricas en grasas saturadas, se han asociado con un mayor riesgo de muerte prematura y de desarrollar diabetes tipo 2. Un consumo elevado de este tipo de proteínas dibuja un panorama preocupante para la salud general. En contraposición, las proteínas de origen vegetal presentan un perfil mu