Lo conocí cuando ingresé a la residencia de medicina interna en el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán hace 40 años. En ese entonces él acababa de terminar la especialidad de reumatología y se estrenaba como médico adscrito al departamento de inmunología/reumatología del Instituto. Siempre de trato amable y cálido, era uno de los especialistas a los que daba gusto consultar cuando tenías un paciente complejo, porque sabías que su intervención sería certera, humanística y algo nuevo aprenderías.

En algunas ocasiones tuve la oportunidad de platicar con él cuando empezaba su camino por la bioética, el campo en el que hizo aportaciones fundamentales. Por razones que desconozco, pero que sospecho que no fueron muy gratas, dejó el Instituto hace muchos años y desde entonces, lo vi

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