En 1940, en plena posguerra, España estrenó una figura legal destinada a salvaguardar sus tesoros arquitectónicos y urbanísticos: el Conjunto Histórico-Artístico. Esta distinción, pionera en el país, reconocía aquellos enclaves donde la tradición y la historia se habían tejido en piedra, madera y memoria colectiva. Fue el primer paso de una protección patrimonial que, con el tiempo, evolucionaría hacia la actual catalogación de Bien de Interés Cultural (BIC) .

Ese reconocimiento inicial marcó un antes y un después. Hasta entonces, apenas existía un sistema ordenado para proteger a los pueblos con un legado arquitectónico singular. Con este primer nombramiento se inauguró un camino que hoy suma en España más de quinientos municipios y conjuntos urbanos bajo la tutela del patrimonio nac

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