La democracia volvió a dar una lección inesperada. Con una diferencia de 13 puntos en la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof protagonizó un triunfo que no solo sorprendió a las encuestas —todas fallaron—, sino también a la política y al periodismo. Nadie vio venir la magnitud de lo que ocurrió el domingo.

El resultado fue mucho más que una victoria provincial: fue un voto castigo contra Javier Milei y contra la manera en que su gobierno viene gestionando la política. La expectativa oficial era sellar el destino del kirchnerismo, poner el “último clavo en el cajón” del movimiento que gobernó gran parte de las últimas dos décadas. Pero sucedió lo contrario: el clavo no cerró nada, la tapa del cajón se levantó y el muerto parece dispuesto a resucitar.

El gran ganador

Kicillof emergió

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