Miguel sigue la tradición familiar , cuida cada detalle del proceso y apuesta por el producto local. Su día a día está marcado por el esfuerzo y el compromiso con su comunidad. Para él, mantener abierta la bodega no es solo un trabajo, es una forma de vida y una manera de aportar valor a Albuñol, su pueblo. Como Miguel, muchas familias de la zona luchan por conservar sus negocios y evitar que la vida rural desaparezca.
“Este es un negocio completamente familiar. Heredamos las tierras y parte del saber hacer de nuestros padres y abuelos , que ya se dedicaban a la elaboración de vino en cortijos de la zona, y abrimos la bodega a finales de los noventa. Para nosotros era impensable mantenerla en pie gracias a algo más allá del vino y, cuando empezaron las visitas al pueblo, se nos abrió