A primera hora de la mañana, cuando el pueblo de Arrieta ( Lanzarote ) comienza a oler a pan recién hecho y a redes de pesca húmedas, una fachada azul y rojo se enciende al borde del charco. No hace ruido. No lo necesita. La Casa Juanita o la de colores , la que muchos llaman "la china", y la que todos señalan al pasar está ahí, quieta, luminosa, como si llevara un siglo esperando a que alguien la mire como se merece.
No es una casa cualquiera. Dicen los mayores que un padre la levantó pensando en su hija enferma , para que el yodo del Atlántico le diera aire y vida. Uno imagina esa decisión y entiende la mezcla del rojo terroso de la base, los ventanales y el tejado con remate oriental. Y por eso se ha quedado a vivir en la memoria de Arrieta.
Alrededor de las nueve, empiezan