CAMPECHE. La noche del 7 de septiembre, el improvisado campamento que se mantuvo durante 365 días frente al Palacio Municipal comenzó a desmontarse. Las lonas desgastadas, sillas, colchas húmedas y hasta una cama fueron recogidas por quienes ahí resistieron. Fueron 22 extrabajadores despedidos injustamente que decidieron parar la protesta, pues al fin se abrió una rendija de diálogo con la promesa de “reinstalación o pago justo”.

La decisión de levantar la protesta no fue casualidad ni claudicación, ocurrió porque, después de doce meses de indiferencia oficial, apareció un compromiso.

Según informaron los extrabajadores, autoridades municipales pactaron una audiencia para definir, uno a uno, sus casos.

“Sí se acercaron a decirnos que nos van a atender, supuestamente”, narró Heidi Arias

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