La originalidad del plan educativo, económico, social y político de nuestro maestro Simón Rodríguez (“Samuel Róbinson”) no sólo se plasma en sus ideas, también en su lenguaje y en su ortografía.

Es común la observación sobre su peculiarísimo uso de los tipos de imprenta, que aprendiera con su oficio de tipógrafo:

Como un maestro frente a su pizarrón va enunciando frases cortas con sentido silogístico, clasificatorio, de máxima o sentencia. El humor recorre los giros de la ironía, también de la mordacidad y el sarcasmo. Dardo Cúneo (1982) caracteriza ese lenguaje robinsoniano en términos militares, de ataque y contraataque, de querella y réplica, con un peculiar ritmo nervioso.

Eugenio Montejo (1996) define ese uso de nuestro utopista (de los caracteres tipográficos en contrapunto con lo

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