Durante el último siglo, los orbitales atómicos han sido la brújula de la química moderna. Desde que la mecánica cuántica reemplazó al modelo de Bohr, sabemos que los electrones no siguen trayectorias definidas, sino que existen en regiones de probabilidad descritas por la ecuación de Schrödinger.

La teoría de orbitales atómicos permitió determinar la estructura y la reactividad de los átomos individuales, y se extiende hasta la teoría de orbitales moleculares, donde explica cómo, al unirse dos átomos, sus orbitales se combinan para formar nuevos orbitales extendidos a toda la molécula. La estabilidad química, la conductividad y la reactividad nacen, en última instancia, de cómo los electrones ocupan esos orbitales.

Hasta aquí, todo es orden, simetría y leyes bien escritas: más protones

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