Pemex es el espejo donde se refleja la historia reciente de México: de palanca de desarrollo pasó a ser rehén financiero. Lo que durante décadas se concibió como símbolo de soberanía energética fue convertido, bajo los gobiernos neoliberales, en instrumento fiscal y en terreno fértil para la deuda.

El parteaguas fue 1982. Con la crisis de la deuda y la imposición de recetas del FMI, el Estado comenzó a ordeñar los ingresos petroleros para sostener el gasto corriente, mientras obligaba a la empresa a endeudarse para modernizarse. El resultado fue un círculo vicioso: el fisco se quedaba con la renta, y Pemex se hundía en pasivos para cubrir sus propias necesidades.

Durante los años 90, Ernesto Zedillo intensificó, la presión del “error de diciembre” dejaría a la petrolera como uno de los p

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