"Convivimos con el fuego. Ya nos hemos acostumbrado al olor a quemado, a respirar humo, a verlo todo negro". Las palabras de Rosi Fernández, dueña de un bar-albergue en Fasgar (León), suenan a lamento y resignación. El valle donde se ubica su pueblo, el de Omaña, el más fresco de toda España -las temperaturas en verano no solían superar los 25-30 grados-, sigue viviendo un infierno desde que un rayo desatara un incendio que ya ha cumplido un mes activo. Es así el incendio forestal más largo de los registrados en este verano aciago en el que más de 400.000 hectáreas han sido devoradas por el fuego.

Las llamas, que desataron su furia con lenguas de fuego que arrasaron cientos de hectáreas en los días con más viento, son ahora focos aislados , pero siguen sin extinguirse. De hecho, ayer

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