Un cadáver puede engañar. La rigidez, el color de la piel o la temperatura corporal se transforman rápidamente y dificultan calcular con exactitud cuándo ocurrió la muerte. Sin embargo, hay evidencias diminutas que nunca fallan: las moscas. Esos insectos que suelen arruinar una siesta de verano o revolotear el asado al aire libre se convierten, en el terreno de la entomología forense, en relojes biológicos de gran precisión.

Las llamadas califóridas - esas moscas de brillo metálico verde o azul - son especialistas en llegar primeras a la escena . Tienen receptores químicos capaces de detectar la interrupción de la actividad celular en un organismo. Dicho en criollo: perciben que alguien muere incluso antes de la muerte. Esa sensibilidad convierte a las moscas en aliadas indiscutibles d

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