Cada generación inventa su propio idioma para sobrevivir. Los setenta tuvieron el “chido” y el “rola”, los noventa heredaron el “cool” y el “no manches” en la actualidad los adolescentes importan léxicos completos de otras lenguas, los adaptan y los convierten en pasaporte identitario dentro de la jungla digital. No es inglés, tampoco español.
Es un dialecto híbrido donde conviven la ansiedad, el deseo, el cansancio y la autoimagen. Un diccionario emocional escrito a golpe de scroll, entre memes, TikToks y notificaciones. El cansancio tiene nombres nuevos. Ya nadie dice “me dormí del agotamiento”, se dice “crashouteé” -crashout-. El burnout dejó de ser exclusivo de ejecutivos de oficina; ahora lo padecen estudiantes de secundaria que cargan proyectos, tareas y grupos de WhatsApp que no du