El próximo 8 de octubre se cumplen dos años de guerra en la Franja de Gaza, que comenzó un día después de los atentados de Hamás como una ofensiva militar en venganza.

Y casi dos años son los que ha tardado el presidente del Gobierno en pronunciar, en junio, la palabra «genocidio» al hablar de la actuación de Israel en un conflicto que ya ha segado la vida de más de 60.000 personas, según las cifras de las organizaciones humanitarias palestinas.

La tardanza da cuenta de la suspicacia que, especialmente entre los líderes de Occidente, genera atribuir, con contundencia, un crimen tan grave como el genocidio a Benjamín Netanyahu.

Pedro Sánchez es ya la cabeza visible de la excepción, y en ese papel insistió este pasado lunes desde el Palacio de la Moncloa, en una comparecencia sin pregunta

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