Vivir la feria a primera hora de la mañana, fuera del bullicio habitual, es una experiencia diferente. Hasta ahora, mis obligaciones profesionales me habían impedido descubrir esas horas previas de preparativos: la limpieza de los redondeles, los rezos en la Capilla de la Virgen de los Llanos y ese ir y venir que marca el despertar de la jornada festiva.
Ayer, con ropa deportiva y aprovechando para una larga caminata, recorrí los redondeles de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, haciendo una parada en la Capilla, que estaba repleta de fieles. Mientras tanto, el movimiento era incesante: camiones de reparto, operarios del servicio de limpieza dejando todo impecable y un ambiente de trabajo silencioso pero constante, casi invisible para quienes trasnochan y no alcanzan a verlo.