Durante décadas, el ADN marcó el límite del conocimiento sobre la vida en la Tierra. Hace unos cientos de miles de años, se descomponía y se volvía imposible de estudiar.

Ahora, un descubrimiento sin precedentes publicado en la revista Nature ha demostrado que otras moléculas más resistentes pueden ofrecer respuestas sobre el pasado.

Gracias a ellas, los científicos lograron recuperar información biológica de un fósil cuya antigüedad multiplica por diez lo que antes se creía alcanzable.

El esmalte dental de un rinoceronte fósil revela 21 millones de años de historia

El protagonista es un fragmento de esmalte dental perteneciente a un rinoceronte que vivió hace más de 21 millones de años. El fósil fue hallado en el cráter Haughton, en el Ártico canadiense, una zona donde el permafrost y las bajas temperaturas han favorecido la preservación de restos biológicos durante millones de años.

El equipo internacional, coordinado por el Globe Institute de la Universidad de Copenhague, optó por no buscar ADN (que a esas alturas resulta prácticamente inexistente), sino proteínas .

Estas moléculas sobrevivieron al paso del tiempo encerradas en el esmalte de este mamífero . Su análisis permitió situar al animal en el árbol genealógico de los rinocerontes y demostrar que la división entre dos de sus grandes ramas evolutivas, los Elasmotheriinae y los Rhinocerotinae , ocurrió en el Oligoceno, hace entre 34 y 22 millones de años.

El estudio sorprendió incluso a sus protagonistas. «Creí que la muestra era demasiado antigua para conservar algo» , reconoció la investigadora Meaghan Mackie, según declaraciones recogidas por la Cadena SER .

Paleoproteómica: cómo las proteínas antiguas superan al ADN fósil

Este descubrimiento se enmarca en un campo emergente: la paleoproteómica . A diferencia de la paleogenómica, que depende del ADN, esta disciplina estudia proteínas , moléculas mucho más duraderas y capaces de resistir millones de años encapsuladas en estructuras duras como el esmalte dental.

De acuerdo con DW , este avance multiplica por diez la ventana temporal que hasta ahora ofrecía el ADN más antiguo conocido, que se limitaba a unos dos millones de años. Con las proteínas, los científicos ya pueden asomarse a épocas que parecían inaccesibles.

Nuevos hallazgos de proteínas fósiles en Canadá y África

El potencial de la paleoproteómica no se reduce a los ambientes fríos del Ártico. Otro estudio complementario, también publicado en la revista Nature , demostró la eficacia del método en el cálido valle de Turkana , en Kenia.

Allí se extrajeron proteínas de dientes fósiles de rinocerontes, elefantes e hipopótamos de h asta 18 millones de años de antigüedad .

Este hallazgo abre nuevas posibilidades para investigar la evolución en regiones clave, como el este de África, considerado la cuna de los primeros homínidos .

Aunque la cantidad de proteínas disminuye con el tiempo, los expertos no descartan que futuros avances tecnológicos permitan rastrear moléculas aún más antiguas .

Este descubrimiento marca el inicio de una nueva etapa en la investigación de la evolución. Gracias a la paleoproteómica, los investigadores disponen de una herramienta que promete reescribir capítulos enteros de la historia de la vida en la Tierra, incluida la de nuestra propia especie.