En la primera sesión de control al Gobierno tras las vacaciones ha aflorado un síntoma de la gravedad de este momento: el modo en que Pedro Sánchez está banalizando la política española. No sólo por el hecho de que se niegue a contestar a las preguntas directas del líder de la oposición, con inaceptable descortesía parlamentaria. Está instaurando una forma de ejercicio del poder en la que no se asumen las responsabilidades. La más inmediata es tener a un fiscal general del Estado a las puertas de sentarse en el banquillo, lo que representa una injuria para la justicia y provoca el sonrojo tanto de las instituciones del Estado como de la ciudadanía. Si Álvaro García Ortiz no ha sido capaz de presentar su renuncia, el presidente del Gobierno no debe permitir que llegue al juicio oral ostenta
Pedro Sánchez y la banalización de la política

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