Hablarse en voz alta no es una rareza, sino una herramienta de autorregulación . Al convertir los pensamientos en frases claras, el lenguaje actúa como andamio cognitivo : reduce la carga de la memoria de trabajo , estructura los pasos y mejora el foco . Por eso, cuando buscamos algo y decimos su nombre en voz alta, solemos encontrarlo antes: etiquetar ayuda al cerebro a filtrar lo relevante entre tanto estímulo.
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La autocharla externa también “ordena” tareas con varias fases, desde cocinar con instrucciones hasta resolver un problema en el ordenador, y funciona incluso si la pronunciamos en voz baja. A nivel práctico, es como pasar del pensamiento borroso a un guion ejecutable . Y no solo o