Si algo no se le puede reprochar a Mariló Montero es que le falten agallas. Como buena aficionada a los toros, la presentadora saltó anoche al ruedo de La Revuelta con la muleta en mano, dispuesta a capear el aluvión de envites que sabía de antemano que le iban a caer. Y vaya si llegaron.
La navarra irrumpió en el espacio de Broncano esquivando con destreza las cornadas del presentador, decidida a rematar su faena con la ambición de salir por la puerta grande. A pesar de que, finalmente, la presentadora no pudo lucir entre sus manos como trofeo las orejas y rabo del cómico andaluz, la excelente confrontación dialéctica que ambos ofrecieron, estuvo más que equiparable a la emoción que deben de sentir los taurinos durante una buena tarde en la Maestranza.
En la línea desacomplejada que a