Estoy segurísimo de que a le hubiese importado un bledo que le pusieran su nombre a una estación de tren, a un aeropuerto, a un estadio, a una biblioteca o a una simple calle de barrio o plazoleta de pueblo. De hecho, pienso que se hubiese ruborizado. Creo que para el escritor madrileño, del que se cumplen tres años de su fallecimiento, el mejor reconocimiento es que se le siga leyendo después de muerto: y esto, desde luego, dejando novelas de tan alta calidad como las que escribió –de «Corazón tan blanco» a «Berta Isla» pasando por «Los enamoramientos»–, lo tiene asegurado. A Marías, aunque no tenga un colegio a su nombre, nunca le van a faltar lectores. Es realmente triste la posteridad del escritor sin lectores cuyo nombre queda relegado a una dirección cuyo apellido el GPS pronuncia co

See Full Page