El tabaco ha acompañado a la sociedad española durante siglos, con una presencia tan arraigada en nuestra vida social como las tertulias en el café o las veladas en la terraza de un bar. En la transición nuestros líderes políticos fumaban como carreteros, recordemos a Adolfo Suarez o Santiago Carrillo. Sin embargo, desde que la ciencia certificó de manera inequívoca los efectos devastadores del humo sobre la salud, la legislación se ha ido endureciendo. La Ley de 2005 y su reforma en 2010 marcaron un antes y un después: la hostelería, los centros de trabajo y los espacios públicos cerrados quedaron libres de humo, y España pasó a ser un referente en Europa.
Hoy, casi veinte años después, el Gobierno propone una nueva modificación de la Ley del Tabaco. Y lo hace porque el enemigo ha cambia