Los foros marginales la plantearon hace más de una década como una especie de exageración paranoica y, sin embargo, la llamada teoría de la internet muerta se abre paso cada vez con más fuerza en el debate tecnológico.

Esta idea sostiene que una parte inmensa del tráfico y de los perfiles en la red ya no tiene detrás a personas reales , sino a bots y algoritmos que generan publicaciones automáticas a una escala difícil de imaginar. De esta manera, lo que en su origen parecía una conspiración sin peso ha ganado enteros gracias a la explosión de la inteligencia artificial generativa , capaz de producir millones de textos, imágenes y conversaciones falsas en cuestión de segundos. El asunto ha pasado de ser un simple pasatiempo en foros a un motivo de debate para directivos y expertos que se suponen mejor informados que nadie.

La desconfianza crece porque la manipulación informativa se expande con ejércitos de bots

El planteamiento central es sencillo, aunque inquietante. Según esta teoría, la mayoría de interacciones digitales que aparentan ser humanas están fabricadas por máquinas . Las cuentas que publican contenido de forma incansable, los comentarios que se repiten en bucle o los perfiles que simulan comportamientos sociales funcionarían como un gran decorado digital.

Bajo esa mirada, internet se asemeja a un espacio poblado por autómatas que mantienen la ilusión de una conversación humana constante . El miedo que se desprende de esa hipótesis no radica solo en la pérdida de autenticidad, sino también en las consecuencias prácticas de vivir en una red colonizada por entes artificiales.

Las mismas compañías que impulsan la inteligencia artificial reconocen ahora el impacto de los bots en la red

Las implicaciones abarcan cuestiones que afectan a la confianza en la información. Si los mensajes que circulan carecen de un origen humano, la frontera entre lo verdadero y lo falso se vuelve más borrosa . De esa duda surge un problema adicional: la manipulación de la opinión pública .

Campañas políticas, estrategias comerciales o bulos coordinados pueden apoyarse en ejércitos de bots con un alcance difícil de contener. El riesgo, por tanto, no se limita a la sensación de soledad digital, sino que afecta a la calidad del debate social y al modo en que se construyen consensos.

La economía digital también se tambalea con estadísticas infladas por interacciones falsas

La idea de una internet muerta también impacta en el terreno económico . Plataformas que basan su modelo de negocio en el número de usuarios activos se enfrentan a una paradoja, ya que esas cifras pierden valor si la mayoría de las interacciones provienen de inteligencias artificiales .

Para los anunciantes, este contexto plantea dudas sobre la rentabilidad de las campañas. Un clic realizado por un bot carece de utilidad comercial, pero alimenta las estadísticas de actividad de las redes sociales. Así, el negocio digital puede inflarse artificialmente hasta niveles que distorsionan la percepción de éxito.

Los gigantes tecnológicos intentan abordar el problema mientras la contradicción se hace evidente

Las grandes tecnológicas no han pasado por alto este debate . Algunos experimentos de Meta con perfiles automatizados en Facebook e Instagram buscaban explorar esa frontera entre humano y máquina, aunque la reacción fue tan negativa que terminaron en fracaso .

En el caso de X, la presencia de bots ha sido una constante, pero la incorporación de sistemas de inteligencia artificial como Grok ha elevado el problema. Estas herramientas replican conductas humanas con tanta soltura que muchos usuarios interactúan con ellas sin darse cuenta de su naturaleza artificial .

Así las cosas, resulta irónico que quienes han promovido la inteligencia artificial se refieran a la teoría de la internet muerta como si no tuvieran nada que ver con ella. Sam Altman , director ejecutivo de OpenAI, llegó a señalar en la red social X que empieza a creer que hay demasiadas cuentas controladas por modelos de lenguaje .

Su comentario dio pie a un debate inmediato porque proviene de la misma persona que lidera el proyecto que ha puesto esas herramientas al alcance de millones de personas en todo el planeta de forma gratuita para todos aquellos que prefieren una versión algo capada.

Esa reacción, un tanto cínica a ojos de muchos, se entrelaza con otro de sus proyectos: Worldcoin . La propuesta pretende diferenciar a humanos de máquinas mediante un sistema de verificación biométrica basado en el iris. En un internet plagado de perfiles artificiales, esa idea se presenta como un posible filtro para distinguir interacciones reales. Sin embargo, las críticas señalan que la misma persona que alimenta el problema ofrece después la solución, en un movimiento que despierta más recelo que confianza .

La teoría de la internet muerta, por lo tanto, no es solo una especulación conspirativa. Su creciente popularidad refleja un clima de desconfianza hacia lo que se consume en la red y hacia quienes gestionan las plataformas . Si hasta los gurús tecnológicos, con acceso a más datos que nadie, admiten dudas sobre cuántos usuarios reales siguen activos, la percepción de que caminamos por un espejismo digital gana aún más fuerza.