Hasta hace poco en términos históricos el gas era el hermano pobre del petróleo. Arrinconado durante décadas incluso se venteaba. Pero desde el fin de la segunda guerra mundial la necesidad creciente de energía dio vuelta las cosas y últimamente, casi en un gesto de desagravio el gas se ha convertido en un combustible icónico.
Andrea Stegher, presidente de la International Gas Union, que cobija a los mayores productores, habla de una demanda creciente por el solo hecho de que aún hay 1.000 millones de personas en el mundo que consumen apenas el equivalente al gasto de una heladera por año, además de lo que implican los voraces data center de la Inteligencia Artificial que solo en EE.UU. en 2030 van a absorber el equivalente a un país de 40 millones de personas, casi una Argentina.