Esa búsqueda de un postrecito, un chocolate o alguna golosina es una experiencia súper común en la mesa de los argentinos, y no siempre tiene que ver con el hambre real. Lejos de ser un simple capricho, este fenómeno esconde una compleja trama de factores fisiológicos, psicológicos y ambientales, según revelan expertos de Harvard Health y Verywell Health. Entender estas razones es clave para manejar mejor ese impulso.

Uno de los principales detonantes es la sensación de privación percibida. Cuando nos proponemos reducir el azúcar, el cerebro lo interpreta como una carencia. Y como dice el dicho, “lo prohibido tienta más”.

Estudios como el de Adrian Meule, citado en Current Nutrition Reports, señalan que restringir alimentos específicos aumenta los antojos, sobre todo al final del día, cu

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