Hace unos meses, el Banco Central de China reveló que los pagos transfronterizos en yuan habían alcanzado niveles récord. Al mismo tiempo, plataformas de pagos chinas se expandían en países del Sudeste Asiático y nuevos acuerdos de intercambio de divisas con otros bancos centrales sumaban ya más de cuatro billones de yuanes. Son datos que, por sí solos, podrían parecer técnicos o lejanos, pero en conjunto trazan una tendencia que ya no se puede ignorar: el mundo comienza a pensar en otras monedas.
No es la primera vez que vivimos un punto de inflexión en el orden financiero global. En 1971, el fin de la convertibilidad del dólar en oro derrumbó el sistema de Bretton Woods, pero no el dominio del billete verde. Durante medio siglo, la moneda estadounidense se consolidó como la referencia u