Hay que imaginarlo así: como un país entero que contiene la respiración justo antes del alba. Una nación sin ver el hacha del verdugo, en espera del siguiente capítulo de una historia que le da sentido al día. Porque el poder, antes que un ejercicio de fuerza es un acto de hipnosis. Es el relato que envuelve y distrae hasta que se convierte en la única música posible. La vieja historia de Sherezade, esa mujer astuta que salva su vida de la tiranía de un sultán contándole un cuento que interrumpe cada mañana, es la metáfora perfecta del poder de la narrativa. Pero aquí, en este presente nuestro, la trama se ha invertido. El que cuenta la historia ya no es el condenado, sino el sultán mismo, y su relato no salva la vida, hace perpetuo el reino.
Durante más de setenta años, México vivió bajo