Como coach deportiva, he visto de cerca cómo la mente de un joven deportista puede ser su mayor aliada o su peor enemiga. En el fútbol infantil, la pasión y la alegría que los chicos traen a cada entrenamiento pueden desvanecerse en un instante si no se sienten vistos o valorados. Mi mayor preocupación, y la que me lleva a escribir esta columna, es la desmotivación que surge cuando un jugador, a pesar de su disciplina y esfuerzo semanal, no es convocado como a él le gustaría o siente que siempre son los mismos que están en la lista.

Este sentimiento de invisibilidad es un golpe directo a la autoestima de un niño. No es solo que no esté jugando; es que su mente procesa el mensaje de que su esfuerzo no es suficiente, que no pertenece o que no es lo bastante bueno.

Como entrenadores, su r

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