PERMANECER

Po: Ivonne BARAJAS

El estéreo se desprogramó. Lo que pudo ser un ratito o uno o dos días sin música, la desidia convirtió en seis semanas de conducir en silencio.

Los primeros días transcurrieron de normal a bien –puedo sobrevivir, no está mal este voto de silencio…– pero luego comencé a sentir como afrenta personal cada sonido que se presentaba; percibí con precisión la desafinada melodía del auto: el chirriar de frenos, los quejidos del motor, los ruidos de los neumáticos; supe cómo sonaban todas esas partes mayúsculas y minúsculas del auto cuyos nombres desconozco y así seguirá siendo porque le pongo voluntad a la ignorancia. Prosigue el caos: la caída a un bache, el ruidito insidioso de la direccional, el rechinar del parabrisas intentando limpiar la lluvia, truc, clash,

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