Argentina se encuentra en la antesala de una transformación productiva que puede redefinir su inserción en la economía global. El RIGI abrió la puerta a una ola de proyectos de cobre que -de concretarse en simultáneo- implicarían inversiones superiores a los USD 25.000 millones en la próxima década.

Una magnitud inédita para el país que exige un andamiaje institucional sólido y, fundamentalmente, el desarrollo de infraestructura productiva y social adecuada para acompañar este proceso.

El desafío no es únicamente atraer capitales. La verdadera tensión aparecerá en la capacidad de construir -al mismo tiempo- varias minas de clase mundial. Esto obliga a pensar en dos planos: la comunicación y el desarrollo de proveedores.

La minería argentina carga con una deuda comunicacional. Por años

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