La semana terminó atravesada por dos palabras que sacuden a Colombia: descertificación y glifosato. La expectativa está puesta en lo que decida Estados Unidos sobre si sigue o no financiando la lucha antidrogas.
En el papel parece un trámite lejano, de diplomáticos y oficinas en Washington, pero en el campo la historia es otra, allá lo que se teme no es la firma en un documento, sino el regreso del glifosato, un veneno que ya conocen de memoria y que dejó cicatrices en la tierra y en la gente.
El panorama no es favorable. Las opciones para Colombia van desde una aprobación sin condiciones hasta la temida descertificación total, con la alternativa intermedia de una certificación condicionada. La descertificación no es nueva en la historia del país. De hecho, la única vez que se aplicó fu