SEPTENTRIÓN

La aseveración es insistente: “En México ya no hay corrupción”. Sin embargo, la realidad avanza por otra vía, la tortuosa ruta de las evidencias. El régimen padece una deformación ética al sentirse superior por el simple hecho de definirse como progresista o de izquierda, afectado por un dogmatismo tóxico, un rasgo muy latinoamericano. Esta arrogancia, incompetencia y falsedad son sus principales características.

Al igual que otros gobiernos de la región, repite discursos, formas, intereses, estrategias y consignas, expone una afinidad por el fracaso y nula creatividad. Su ensoñación es un país de castas, burocracia dorada y pueblo miserable, ninguna administración en América Latina tomada por este delirio ha salido bien librada; todas, sin excepción, han sido un descalabro p

See Full Page