Ser un ilustre escritor argentino y escribir un relato sobre el arqueólogo más famoso de Moldavia, un hombre recién jubilado para más datos, aunque sin delatar nunca su nombre, ni el tiempo en que vivió, una historia a la vez carente de un argumento, al menos en el término más tradicional de la palabra, nos conecta casi de inmediato con la literatura de César Aira.

Quien ha hecho de la pulsión experimental, del humor desopilante, de la inclasificabilidad genérica y de la desarticulación del relato un sello distintivo acaba de publicar El arqueólogo, un breve texto que bien podría considerarse una novela.

En el margen de los cánones de la tradición literaria argentina clásica, el vanguardismo de Aira se expresa aquí mediante el uso de una estructura narrativa no lineal e intencionadamente

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