Contar el desierto, eso se propuso el cipoleño Matías Stiep. Ya habían escrito sobre Malvinas, sobre la Primera Guerra Mundial, sobre Juan Lavalle. Pero se debía escribir sobre la tierra donde había nacido.
Hasta que se le apareció Juan Benítez, feroz bandido rural en el ocaso de su vida. Y luego Jacinto Benítez, quizás su hijo, uno de ellos, también él un bandido rural acaso no menos feroz que el viejo Benítez.
Ese encuentro en una pulpería de mala muerte en algún lugar de la Patagonia es el punto de partida de El desierto en la boca, un libro hecho de nueve relatos ubicados en ese vasto espacio yermo que hoy habitamos, apenas en parte.
Stiep sentía que en algún momento debía encarar este desafío de narrar su espacio, su tierra pero que por las derivas narrativas no lo venía encontrand