Hay historias que funcionan como metáforas de la vida. No porque sean grandilocuentes, sino porque, al escucharlas, nos devuelven un espejo de cómo solemos actuar: A veces con miedo, con apego a lo conocido, con resistencia a cambiar incluso cuando sabemos, en lo más íntimo, que estamos equivocados.

Esta es la historia de una niña de apenas 4 años a la que le regalan un violín y la posibilidad de aprender a ejecutarlo. Ella abrazó ese instrumento con la disciplina de quien todavía no conoce la palabra “renuncia”: Ocho horas diarias, durante 15 años, convencida de que la música y el violín eran su destino.

A los 19 ganó un concurso que la llevó a compartir escenario con una gran violista. Bastó escucharla una sola vez para que su corazón se perturbara: Entendió, sin palabras, que su instr

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