Por la calle del olvido, allá donde tener las cosas en la punta de la lengua se convierte en doctrina. En el lugar desconocido donde se emborronan los recuerdos, comienza ya a haber demasiada gente. Nos hacemos mayores, expertos en localizar dolores al despertar y en hacer sopa de letras cuando descubrimos que se nos resiste encontrar entre neuronas el nombre de un sobrino. Y, cada vez, la enfermedad sale de la cama más temprano. Madruga tanto que es imposible creer que ya está aquí. Y llega como si estuviera en una competición. Golpea y destroza, y lo hace tanto al que se siente perdido en medio de su propia historia como al que comparte, sin entender ningún por qué, ese desbarajuste apesadumbrado de cabeza descolocada. Alzheimer Bierzo colapsa al paso de esa sábana gris que cada vez tapa
Como si fuera pasto de los años

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